La economía es casi tan antigua como el ser humano. Entre el nacimiento del trueque y la explosión del comercio online han pasado miles de años. Y por el camino se han producido infinidad de historias que queremos contar en elEconomista porque nos ayudan a comprender cómo hemos llegado hasta aquí.
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El broker que quebró el banco de la reina de Inglaterra
A los más jóvenes es probable que el nombre de Nick Leeson ni siquiera les suene. Pero fue el protagonista del primer gran escándalo financiero de la era moderna, allá por los 90. Un fraude que se llevó por delante la entidad para la que trabajaba, Barings Bank, la más antigua de Reino Unido, y entre cuyos clientes estaba la antigua reina de Inglaterra, Isabel II.Todo ocurrió en 1995, y todo fue, básicamente, un fraude. Leeson, nacido en Watford, Reino Unido, empezó a trabajar como empleado de banca privada en Coutts, cuando no tenía ni 20 años. En 1987 se incorporó a Morgan Stanley, donde estuvo dos años más, hasta que en 1989 llegó a Baring Brothers.Y empieza la debacle. En 1992, cuando ya acumulaba algunos años de experiencia en la bolsa a pesar de su juventud, Barings le nombra gerente general de una nueva operativa de mercados de futuros en Singapur. Lo que ni él ni el banco revelaron entonces es que en Reino Unido le habían denegado la licencia de corredor de bolsa, por un fraude en su solicitud. En un principio, Leeson se dedicó a invertir en el mercado de futuros del Nikkei japonés, y con buenos resultados. Pero, al mismo tiempo, y casi desde el principio, también realizó operaciones especulativas no autorizadas, que también le estaban dando grandes beneficios a Barings. Los 10 millones de libras que obtuvo equivalían al 10% de las ganancias anuales del banco. Gracias a ese éxito logró un bonus de 130.000 libras, que superaba por mucho a los 50.000 libras anuales que tenía de sueldo.Cuenta la leyenda, difundida por el propio Leeson, que todo empezó a complicarse por un acto de solidaridad. Tenía a una joven ayudante, Kim Wong, de origen chino. Él quería contratar a alguien de más experiencia, pero su jefe prefería a alguien que cobrase poco, como pasaba con Wong, cuyo salario era solo de 4.000 libras anuales.En una tarde especialmente complicada, con el aire acondicionado estropeado y mucho estrés, Wong cometió un error: vendió 20 contratos en lugar de comprarlos, como el cliente había pedido. Un error de 20.000 libras. Para proteger a su compañera, Leeson creó una cuenta falsa, a la que llamó 88888. Su objetivo, consciente de que no era un fallo tan grande, era ocultarlo en esa cuenta hasta poder subsanarlo. Lejos de solventar ese error, Leeson empezó a usar esa cuenta para ocultar otras operaciones deficitarias que estaba llevando a cabo él mismo. Para el final de 1992, las pérdida de esa cuenta superaban los 2 millones de libras. Pero no pasaba nada, ya había resuelto situaciones más complicadas otras veces. Como cuando, estando largo en el Nikkei, el mercado se hundió en picado. Trató de comprar más para compensarlo, pero llegó un momento en el que se quedó sin dinero para cubrir las garantías de su posición, como recuerdan desde Finect. Para lograr capital, y aprovechando el apetito de mercado por invertir a la baja en el Nikkei, decidió vender opciones de venta, y utilizar esas primas para pagar las garantías de sus futuros del Nikkei. El mercado comenzó a subir, y logró recuperar todas las pérdidas acumuladas.Leeson creía que había encontrado una fórmula infalible, así que empieza a repetir la operación, ya para incrementar sus beneficios y no para cubrir pérdidas. Sus posiciones llegaron a representar el 40% de este mercado. Y le iba bien.Todo colapsa en enero de 1995. Leeson realizó una pequeña inversión en la bolsa de Tokio, apostando a que el mercado se mantendría estable. Pero al día siguiente, un importante terremoto en Kobe hundió los mercados asiáticos. Las posiciones comerciales del inversor se fueron al traste. En una huída hacia adelante desesperada, Leeson empieza a hacer operaciones cada vez más arriesgadas, para tratar de recuperar las pérdidas. Pero no acierta.Desesperado, el 23 de febrero dejó una nota en la oficina que decía 'Lo siento', y huyó. Las pérdidas equivalían a 1.400 millones de dólares, dos veces el capital disponible del banco. Tras un intento de rescate, que fracasó, se declaró en quiebra, y fue adquirido por ING por 1 libra, a cambio de asumir su pasivo.Era el fin del banco comercial más antiguo de Reino Unido. La entidad había sido fundada en 1763, y participó en grandes operaciones, financiando la construcción del canal de Panamá o la compra de Luisiana a Francia por parte de Estados Unidos. Gestionó la salida a bolsa de Guinness, la marca de cerveza, en Londres, que necesitó la intervención de la policía montada para que los inversores invadieran la sede de Barings con sus solicitudes de compra. También fue conocido por ser el banco de la reina Isabel II, que tenía un depósito por valor de 40 millones de libras. Pero las maniobras fraudulentas pesaron más que su historia.Leeson, sin embargo, se defiende acusando al banco de haberle supervisado. La gerencia le permitió durante toda su estancia en Singapur ocupar los cargos de jefe comercial y el responsable de liquidar sus operaciones, trabajos que habitualmente realizan dos personas diferentes. Una situación que, no cabe duda, le facilitó ocultar sus pérdidas ante sus superiores. El informe de las autoridades de Singapur coincide, en parte, con la apreciación de Leeson, y interpela a la administración de Barings por no haber sabido nada de la cuenta de 'los cinco ochos'. Leeson también acusó a sus superiores de no saber nada del funcionamiento del mercado de futuros, pero como en su posición no podían reconocer que sabían menos que él, pues le siguieron mandando dinero, casi a ciegas. Finalmente, Leeson se declaró culpable de dos cargos: engañar a los auditores del banco, y engañar a la bolsa de Singapur, incluyendo la falsificación de documentos. Fue condenado a 6 años de cárcel, aunque en 1999 fue liberado, tras serle diagnosticado un cáncer de colón que parecía definitivo, pero del que milagrosamente sobrevivió.No volvió a los mercados, y desde entonces se ha dedicado a escribir libros de todo pelaje, a dar conferencias sobre marketing, e incluso fue el director de un equipo de fútbol irlandés. Con una mezcla de ironía y seriedad, también ha tendido a ponerse de ejemplo de los peligros que el sistema financiero debe evitar, y señala que hay muchos bancos que siguen siendo vulnerables a casos como el suyo. Si sus trucos hubieran salido bien, se hubiera convertido en uno de los grandes inversores de la historia, pero al salirle mal, quebró el banco más antiguo de Reino Unido.
Cómo Noruega se convirtió en un país rico
Noruega es un país de poco más de 5 millones de habitantes, con unas condiciones de vida, de desarrollo y de bienestar que están entre las más destacadas del mundo. Y, por supuesto, con una economía próspera, que le coloca entre los países más ricos, utilizando casi cualquier índice que se nos ocurra. Son el estado con el que todos sueñan ser.Pero no siempre fue así. Cuando Noruega se independizó de Dinamarca, en 1814, era un país rural, con el 90% de la población dedicada a la agricultura, en unas tierras que además no eran especialmente fáciles de cultivar. No es hasta finales del siglo XIX cuando la economía del país empieza a despegar, gracias a la revolución industrial, las mejoras agrícolas, la expansión de la ganadería... y sobre todo el dominio del mar. Se convierten en una potencia del transporte marítimo, que le permite exportar hierro, carbón, madera y pescado, y cuenta con una flota naval que llegó a representar el 7% del total mundial.Sin embargo, la primera Guerra Mundial, a pesar de que se mantuvieron neutrales, provocó el estancamiento absoluto de su economía, debido principalmente a la dependencia que tenían de Reino Unido, por entonces su principal socio comercial.Noruega siempre fue vista como la prima pobre de los países escandinavos. Unos 'paletos', agricultores y pescadores, a los que Suecia y Dinamarca, mucho más urbanas, siempre miraban por encima del hombro. Con la economía parada, y sin oportunidades, fueron cientos de miles los noruegos que emigraron a América del Norte en la primera mitad del siglo XX, tanto a Estados Unidos como a Canadá. De hecho, fue, tras Irlanda, el país de Europa con más emigrantes en proporción a su población.Por si la situación no fuera bastante complicada, la segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana acabaron con cualquier signo de recuperación que pudiera mostrar la economía noruega.Tras la guerra, Noruega se enfrenta al reto de resucitar su maltrecha economía, arcaica y muy vinculada a la pesca. Con un futuro que no veían nada claro, el Gobierno Laborista, con Einar Gerhardsen al frente, inicia una serie de reformas de corte socialdemócrata y con un enfoque claramente keynesiano. El objetivo, para reducir la pobreza, era mejorar la redistribución de la riqueza.La receta aplicada por el Ejecutivo pasó por implementar impuestos altos y progresivos, crean una especie de IVA y además gravan adicionalmente productos discrecionales como el alcohol, el tabaco, los coches o los cosméticos.Los ingresos que logra el Estado de esta manera le permiten desarrollar un sistema de Seguridad Social, que garantizase las pensiones y que además permitiese cubrir la atención médica para toda la población, entre otros beneficios.La situación de Noruega por fin mejora, y muchos emigrantes incluso retornan, pero eso no le convierte aún en un país rico. Ese salto se produce en los 60. Los expertos del país ni siquiera creían que pudiera haber hidrocarburos bajo su mar. Pero a principios de aquella década Países Bajos encuentra gas en sus costas, lo que impulsa la investigación del resto del Mar del Norte. Son empresas privadas las primeras que se acercan al Gobierno a solicitar permiso para llevar a cabo esa exploración, pero el Ejecutivo, prudente, primero desarrolla el marco legal adecuado.Además, en 1963, Noruega negocia con Reino Unido y Dinamarca el reparto del subsuelo marítimo del Mar del Norte, logrando un provechoso acuerdo, que le atribuyó más terreno que el que le correspondería si hubieran aplicado la Convención de Ginebra. Se benefició de las prisas de Reino Unido por empezar a explorar, y de la incapacidad negociadora del ministro de Asuntos Exteriores de Dinamarca.Con la normativa desarrollada y los límites territoriales claros, comienza la exploración. Las empresas encargadas, por entonces todas extranjeras, encuentran varias reservas de petróleo, pero de pequeño tamaño y difíciles de explotar. Es en 1969 cuando la fiebre estalla. Philips Petroleum Company encuentra en el campo de Ekofish un gran yacimiento, además poco profundo y con condiciones climáticas más amables que en el resto de la región, lo que facilitaba la extracción.Es en ese momento en el que las autoridades empiezan a creer en la importancia del sector petrolero, y en la importancia de invertir en este terreno. En 1973 funda Statoil, la compañía petrolera estatal. Sin embargo, los beneficios netos no fueron automáticos: la gran inversión de capital necesaria para desarrollar la industria petrolífera retrasó las ganancias hasta los 80.La industria petrolífera cambió la economía de Noruega rápidamente. En 1975 ya era una de las principales fuentes de empleo del país, que logró prácticamente acabar con el paro. Las dificultades en el Mar del Norte, tanto para explorar como para perforar, impulsaron la reconversión de numerosas empresas de tecnología y construcción, que aprovecharon su experiencia para crecer al calor de la fiebre por el oro negro.A pesar de todo, las autoridades no se vuelven locas. Primero reinvierten los beneficios del petróleo para estimular la economía y en mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Cuando en los 80 el precio del petróleo se dispara es cuando deciden empezar a ahorrar parte de las ganancias que les otorgaba el crudo. Y no pierden la perspectiva cuando la caída del precio del petróleo en el 86 arrastra a la economía nacional.Yendo un paso más allá, en los 90 crea el Government Pension Fund Global, un fondo soberano de riqueza, hoy el mayor del mundo, con el que el Gobierno invierte los ingresos del petróleo en acciones, bonos e inmuebles para diversificar la riqueza del país. Esta es la receta que aplica para evitar el 'mal holandés'. Se conoce así a la 'enfermedad' que puede hundir la economía de un país por la apreciación de su divisa. Cuando comienza a exportar una materia prima de forma masiva, el influjo de capitales aprecia la moneda, lo que erosiona la competitividad de otros sectores, que se ven obligados a dejar de exportar. Holanda fue protagonista de este mal cuando, como habíamos comentado, encontró grandes reservas de gas natural en los 60.Noruega convirtió rápidamente gran parte de los ingresos obtenidos por el crudo en divisas extranjeras, lo que mitiga este efecto. El fondo, además, le permite mitigar suavizar las consecuencias de las crisis económicas, como se vio incluso en la pandemia.Las autoridades no han perdido nunca el foco, independientemente el color del partido en el Gobierno. A pesar de las diferentes caídas del precio del petróleo que se han vivido en las últimas décadas, no han descuidado su fondo soberano. Además, ningún Ejecutivo ha caído en medidas populistas que podría llevar a cabo con las ingentes cantidades de capital disponibles, y a pesar de que una parte de la población reclama ahorrar menos y gastar más. Siempre han pensado en el largo plazo, y en tratar de garantizar el bienestar de las próximas generaciones.Hoy, Noruega tiene una economía fuerte y próspera. El petróleo sigue representando un 20% de su PIB, y espera lograr ingresos récord el próximo año, de más de 130.000 millones de euros, debido al incremento de los precios provocados por la invasión de Ucrania y las sanciones a Rusia.Destinará una cuarta parte a los presupuestos, y el resto irá a su fondo de pensiones, el mayor del mundo, como habíamos dicho, y que cuenta con un capital de más de 1,3 billones de dólares.Estos son los pilares sobre los que se sustenta la economía noruega y que explican cómo se ha convertido en un país rico. Y cómo se enfrenta con menos miedo al cambio demográfico y a problemas como el pago de las pensiones futuras, como pasa en otros muchos países de Europa.
Auge y caída de La Ibense, la heladería más antigua de España
Hay heladeros de Ibi, Alicante, por toda España. Quiso la casualidad que, a mediados del siglo XIX, un grupo de habitantes de este pequeño pueblo, que estaban en Madrid buscándose la vida, conocieran a un italiano que sabía hacer helados, y que les trasladó sus conocimientos.Ese aprendizaje adquirido se une a la tradición nevera del pueblo. Aprovechando la altura, en sus alrededores había numerosos pozos de nieve, depósitos circulares construidos en las laderas de las montañas, donde se aplastaba nieve para fabricar una especie de hielo que vendían por la provincia. Muchos vecinos, en condiciones económicas complicadas, apuestan por lanzarse a la fabricación de helados, aprovechando estos dos factores. Cada verano, se iban a vender esos helados, primero a ciudades cercanas, y después por toda España e incluso por el extranjero. La industria se desarrolló a gran velocidad a finales del siglo XIX.Uno de los vecinos que apostó por esta actividad fue Carlos Bornay, un auténtico emprendedor que en 1892 lanza su empresa, La Ibense Bornay. Una fecha que la convierte, hasta ahora, en la heladería más antigua de España. En busca de nuevos territorios en los que vender su producto, empieza a ir cada verano a Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, donde en verano se reunía la flor y nata del país para pasar sus vacaciones estivales.Él y su mujer se desplazaban cada verano a la ciudad costera, donde vendían helado mantecado, una mezcla de mucha leche y vainilla, directamente en la playa. Hasta que con los primeros ingresos se hicieron con un carro para vender por las calles, mucho más cómodo que la arena. Hasta que al final de cada verano volvían a casa, hasta la siguiente temporada.Es el hijo de ambos, José, el que decide, a principios del siglo XX, dar un paso más. Con su mujer, Josefa Picó, decide instalarse de forma permanente en Sanlúcar. Adquieren un pequeño obrador, con una confitería, que les permitía librarse de la estacionalidad de helado, que vendían en verano, mientras que el resto del año lo que comercializaban era pasteles y cafés.Durante décadas, La Ibense Bornay se mantiene con este negocio, que sufrió una gran evolución gracias a avances tecnológicos como las nuevas heladeras o el desarrollo de la electricidad, que facilitaba la congelación.Hasta que en 1965 la empresa da un nuevo salto, al introducirse en la fabricación industrial, ya de la mano de la tercera generación, con el nieto del fundador. Sin embargo, desde la marca han insistido siempre en que ese salto no supuso el abandono de su característico toque artesanal.Viajaban al extranjero con relativa frecuencia, acudiendo a ferias sectoriales, o para conocer cómo trabajaban en fábricas de otros países. Una actividad poco usual en España por aquel entonces, pero que les permitió hacer sus primeros contactos en el extranjero para empezar a exportar, ya desde los 70. Esta apuesta por el exterior se consolidó con la compra, a principios de los 80, de una planta de 12.000 metros cuadrados en la propia Sanlúcar de Barrameda. Pero con los 90 llegan las primeras crisis. Una de las mayores, en 1992. La Ibense Bornay paga un importante aval para convertirse en el proveedor oficial de la Expo de Sevilla, con el helado de Currito por bandera. Tenían dos cafeterías, 25 carros de helados y 25 kioskos para explotar en exclusiva, con sus helados y granizados.La compañía se puso a producir grandes volúmenes, para poder atender la potencial demanda con la que esperaban contar en el gran evento. Pero la realidad es que no se respetó lo acordado, y los establecimientos de la Expo vendían los helados que les daba la gana, sin respetar el acuerdo de exclusividad.Fueron a juicio, y ganaron, recuperando el importante aval que habían adelantado. Sin embargo, no recibieron ningún tipo de indemnización adicional, así que la enorme inversión que llevaron a cabo previamente se perdió. La compañía lo pasó muy mal, y estuvo al borde de la desaparición, aunque lograron salir adelante con gran esfuerzo.La siguiente gran crisis estalla en 2014, aunque empieza años antes, en plena crisis económica. En busca de una mayor profesionalización, y con ingresos que superaban los 10 millones de euros al año, deciden construir una moderna fábrica en Jerez. Tenía la última tecnología, y estaba preparada para fabricar hasta 15 millones de litros de helado.Para poder sufragarla, venden la original de Sanlúcar de Barrameda. Sin embargo, la crisis económica se lleva por delante a la construtora que iba a hacerse con el antiguo solar de la compañía, y de los 8 millones de euros acordados por la venta, solo llega a pagar uno. El golpe es fatal.En 2014, La Ibense presenta concurso de acreedores. El grupo inversor Sainberg Investments sale al rescate y compra el 100% de la compañía, para reflotarla. Desarrollan un plan de expansión comercial que les permite llevar sus productos por toda España. Y la renombran como La Ibense 1892, para poner en valor la antiguedad de la compañía.Sin embargo, la relación entre los inversores y la familia Bornay fue desgastándose poco a poco, hasta que los herededos de los fundadores acabaron fuera de la compañía. En los últimos años la gestión no ha sido fácil, y la Covid-19 supuso el último golpe. Tras el ERTE presentado durante la pandemia se vieron prolongados posteriormente, hasta que el pasado mes de julio entraron en concurso de acreedores.Ahora, prepara un ERE extintivo que supondrá el fin de La Ibense, el fin de la empresa de helados más antigua de España.
El Banco de Hierro: nadie gestionó el juego de tronos como los Medici
Dragones, caminantes blancos, hechiceras, caballeros de sedientos de sangre, sádicos mercenarios y ambiciosas reinas, pero si hay una institución temible en Juego de Tronos, como sus personajes, es el Banco de Hierro. "Las deudas pertenecen al Trono de Hierro y quién se siente en esa silla debe pagar. Desde que el joven rey Tommen y sus consejeros se han vuelto tan obstinados, tenemos la intención de abordar el tema con el rey Stannis. En caso de probarse a sí mismo más digno de nuestra confianza, sería, por supuesto, un gran placer prestarle toda la ayuda que necesite", explica Tycho Nestoris, emisario del Banco de Hierro a los Siete Reinos, a Jon Snow, ya Lord Comandante en la Guardia de la Noche. La entidad financiera de Braavos tiene una reputación terrible, a la hora de reclamar sus deudas. En la saga literaria se explica que cuando los príncipes dejaban de pagar a los otros bancos menores de las Ciudades Libres, los banqueros arruinados vendían a sus esposas e hijos como esclavos y se cortaban las venas, pero cuando dejaban de pagar al Banco de Hierro, nuevos príncipes aparecían de la nada y ocupaban su trono. 'El Banco de Hierro obtiene lo que le pertenece' es el lema del banco, tan directo, 'como quiero ser tu banco', que utilizó Santander hace unos años. El bueno de George R. R. Martin tomó la Guerra de las Dos Rosas del siglo XV como uno de los principales ejes para diseñar las tramas de Juego de Tronos. Lo verdaderamente fascinante de los libros o la serie no es la fantasía, sino la fantasía anclada a la realidad con intrigas palaciegas, tensiones políticas y ambiciones desmedidas. No es casualidad que el Banco de Hierro tenga más de una semejanza con la Banca Medici. Muchos banqueros de Florencia hicieron un gran negocio durante el enfrentamiento de la Casa Lancaster y la Casa de York para sentarse en el trono de Inglaterra, financiando a ambos bandos. La banca siempre gana, o ¿no?. Desde siempre ha sido difícil ser banquero. Lo más importante para un banco, sea en los Siete Reinos, en el siglo III después de la Conquista de Aegon, o en la Inglaterra del siglo XV, después de Cristo, es que no se te mueran quien te tiene que pagar la deuda. La sangre corre igual en la Guerra de las Rosas Y donde hay pocas dudas en las casualidades entre la ficción y la historia es en la circunstancia del rey Barethon de que estaba enterrado en deudas y de que su muerte iba a desatar un baño de sangre. En el caso de Eduardo IV de Inglaterra le pasó algo parecido. Le costó mucho oro mantenerse en el trono. No murió, pero la sangre corrió igual, por el lado de las rosas de Lancaster y por las rosas de York, como en la serie de HBO. Tampoco es fruto del azar que la ciudad libre de Braavos parezca Venecia y la figura del Señor del Mar parezca un Dogo veneciano que regía la ciudad. Italia en el siglo XIV no existía como país. Florencia, Venecia, Nápoles o Roma funcionaban como ciudades estados. Más clara todavía es la comparación si se tiene en cuenta el Consejo de los diez de Venecia, que estaba formado por las familias más poderosas de la ciudad, lo que tiene su reflejo en las familias fundadoras del Banco de Hierro y que controlan de facto Braavos. Es importante tener en cuenta que hay ciertas licencias en los paralelismos. Todas las ciudades libres de Juego de Tronos tienen su propio banco, como sucede al final de la Edad Media en Italia. El Banco de Hierro es el más influyente por su carácter internacional y, en este punto, la similitud con la Banca Medici se ajusta como un guante, aunque la entidad sea originaria de Florencia. Tuvo filiales en Londres, Lyon, Brujas y Aviñón, además de las principales ciudades italianas como Venecia, Milán o Roma. No se le considera el primer banco moderno. El Banco di San Giorgio fundado en 1406 en Génova, se lleva este reconocimiento, aunque la fundación del Banco Medici data de 1397. Tampoco fue el más longevo, pero teniendo en cuenta que duró casi un siglo, fue una rara avis en su época. Las entidades financieras solían durar una generación, lo justo para que después los herederos las trocearan y repartieran los beneficios. Pero fue el más influyente y poderoso, capaz de concentrar poder económico y político en una misma persona, en una ciudad como Florencia, hasta convertirla en el centro del mundo. Los Medici a través del banco lograron que la historia pasara página. Cerraron la Edad Media para abrir el luminoso Renacimiento, dando cobijo, sustento, y protección a una generación irrepetible de artistas. Donatello, Brunelleschi, Da Vinci o Botticelli, solo fueron algunos de los nombres que se beneficiaron del mecenazgo de la familia florentina. Los Medici están a la altura de las grandes familias regias de Europa, aunque no fueran y no llegaran a ser reyes. Pueden codearse con los Borgia o los Tudor, pero también sentarse en la misma mesa que los Rothschild o los Rockefeller, como saga de empresarios. Serían más ricos que los Lannister y los Tyrell juntos. Si hubieran jugado en la NBA estarían en medio de la dinastía de los Lakers de los ochenta y los Celtics de los sesenta. La estirpe de los Medici llegó a dar para mucho. No solo como mecenas, tal vez su perfil más mediático. Engendraron Papas. En concreto, cuatro. Dos reinas de Francia fueron Medici. Un buen puñado de Gonfaloniero de Florencia llevaban el ilustre apellido. Varios duques de la Toscana, también. Hubo importantes cardenales Medici. También científicos, e incluso poetas. Pero por encima de todos los Medici destacan tres miembros: Giovanni di Bicci de Medici; Cosimo de Medici, conocido como Cosimo Il Vecchio; y Lorenzo de Medici, Il Magnifico. Los tres fueron decisivos para encontrar y cultivar la fuente de poder de los Medici, los negocios y las finanzas. La banca italiana no tenía rival en esa época gracias a la tecnología que aplicaban al negocio bancario. Fueron los primeros en aplicar números árabes. Imagine la tortura de ser contable con números romanos. De utilizar dobles asientos contables, uno para depósitos y otro para préstamos, lo que les permitía ser muy veloces en sus operaciones. De negociar letras de cambio, lo que les permitía emitir y comprar deuda. Y de garantizar depósitos. En este ambiente se movía Giovanni di Bicci en Roma.
Historia de la estafa del príncipe nigeriano
"Hola. Soy persona muy rica vive en Nigeria y necesito trasladar suma importante dólares al extranjero con discreción. ¿Sería posible utilizar su cuenta bancaria?". ¿Quién no ha recibido decenas de correos electrónicos como este en los últimos 15 años? Es una de las estafas de phising, o suplantación de identidad, que más se han extendido desde la popularización de internet.La fórmula es simple: el timador se hace pasar por una persona rica, que necesita sacar de su país una importante cantidad de dinero, de forma urgente y discreta. Y te pide ayuda, a cambio de una parte de su fortuna. La clave es que, a cambio, hay que hacerle un pequeño pago por adelantado, ya sea para cubrir los gastos de gestión, las comisiones bancarias o los necesarios sobornos. Otras versiones, en lugar de dinero, pedían tu cuenta bancaria. ¡Con un pequeño gesto puedes conseguir millones de dólares!El problema si modrías el anzuelo, ya fuera en una u otra versión, es que el timador vaciaría tu cuenta, o te pediría más y más dinero hasta desaparecer, o hasta que descubras que estás siendo estafado.La fórmula que más ha trascendido en las últimdas décadas, y la que ha acabado dando nombre a esta estafa, es la del príncipe nigeriano. En esta versión, el timador enviaba un email, regular escrito, haciéndose pasar por un príncipe nigeriano, con una gran fortuna en su poder, o a punto de heredarla, pero inmovilizada, ya fuera por la guerra, por la corrupción, por la inestabilidad política o a saber por qué motivo. Y es ahí cuado pide una cuenta bancaria a la que transferir el dinero, y una ayuda económica para cubrir los gastos pertinentes. Por supuesto, el que llega a caer en la estafa nunca recibirá nada a cambio.Otras versiones hacen referencia a funcionarios, a miembros del Gobierno o a directivos de empresas, ya fuera también de Nigeria o de otros países africanos. Además, con el desarrollo de las nuevas tecnologías el método de envío fue evolucionando, del email a los mensajes privados por redes sociales, y de ahí a las principales redes de mensajería, como WhatsApp o Telegram.Aunque pueda parecer una fórmula ridícula, en la que nadie puede caer, solo en Estados Unidos los timadores llegaron a estafar hasta 500 millones al año, según cálculos de una empresa de seguridad online. En la actualidad, el fraude nigeriano es el cuarto en el mundo en términos de ingresos recibidosCon la vía nigeriana ya cerca de agotarse, aunque no llega a desaparecer nunca, los timadores desarrollan nuevos personajes y nuevas historias para tratar de atrapar a las víctimas. Aparecen así cuentos como el del astronauta que acaba de volver a la tierra desde la estación espacial internacional, el soldado que había vuelto de Irak, o de cualquier otro conflicto bélico, o el premio de lotería. Las fórmulas son infinitas, pero el objetivo sigue siendo el mismo: convencer a la víctima de que es una elegida y que puede ganar una importante cantidad de dinero a cambio de un pequeño gasto.Pero aunque la popularidad de esta estafa se ha disparado con internet, ni es nueva ni es propia del entorno online. De hecho, las primeras referencias claras a este tipo datan de comienzos del siglo XX, y se conocía entonces como 'la estafa del prisionero español'. En este caso, se pedía a la posible víctima dinero para liberar a un noble que había sido encarcelado en España, país por entonces que encadenaba conflictos, aunque no quiere decir que el origen sea español. El timador, que por entonces, claro, no enviaba emails, sino cartas, aseguraba que no podía revelar la identidad del poderoso detenido, por su seguridad. Pero el sistema es exactamente el mismo que un siglo después con el príncipe africano: si le envías dinero para pagar la fianza y salir de la cárcel, cuando sea libre compensará a quienes le hayan ayudado con generosas recompensas. En algunos casos, hasta llegaban a ofrecer la mano de la hija del encarcelado noble. Costumbres de otra época...Como ahora, una vez que la víctima caía y entregaba el dinero, surgían nuevas complicaciones, que obligaban a entregar más dinero. Así hasta que se cansaba de soltar la pasta, y el timador desaparecía.El origen absoluto de este timo no está nada claro. Ni siquiera los investigadores se ponen de acuerdo. Hay algunos que incluso lo ubican a finales del siglo XVI. Porque siempre ha habido gente ingenua, y siempre ha habido estafadores dispuestos a aprovecharse de ellos.
El brasileño que quiso ser el más rico del mundo y se arruinó
Eike Batista nació en el estado de Minas Gerais, en Brasil, en el año 1956. Hijo de un empresario metido en el mundo de la política, y con una madre alemana que le inculcó valores como la autoestima o la disciplina, tuvo una infancia cómoda.Estudió en su país de nacimiento, pero por el trabajo de su padre la familia entera tuvo que mudarse a Europa. Primero a Suiza, y después a Alemania, a Düsseldorf. Allí es donde comienza un curso de Ingeniería Metalúrgica. Estudios que combina con un trabajo de vendedor de seguros a puerta fría, para poder tener cierta independencia económica. Una experiencia, siempre ha recordado, que por el estrés que vivió y el aprendizaje adquirido fue clave en su formación.Sin embargo, descubre por las noticias que en el centro de Brasil se está viviendo una auténtica fiebre del oro. Así que decide abandonar los estudios y regresar a su país natal. Negocia con fabricantes de joyas de Sao Paulo y Río de Janeiro, y logra que le den un préstamo para comprar una mina de oro.La inversión es todo un éxito, y gana rápido su primer millón de dólares. En año y medio los ingresos ya alcanzaban los 6 millones. Pero estas operaciones ya nacen rodeadas de polémica, entre acusaciones de contar con información privilegiada, procedentes de su padre, aunque Eike siempre lo ha negado, y nunca pudo demostrarse. Lo que sí está comprobado es que su padre le proporcionó todos los contactos necesarios a lo largo de su carrera, desde inversores internacionales, a gobernadores, a los que podía presentarles sus proyectos.Con los ingresos logrados, y cuando solo tenía 21 años, monta su primera empresa, EBX, dedicada a la extracción de oro. En la década de los 80 la empresa se expande, y cierra asociaciones con gigantes del sector, como, por ejemplo, Río Tinto.También en esa época comienza a introducirse en otros negocios, lanzando diferentes compañías en los sectores de la energía, el petróleo, el gas, la logística, la inmobiliaria o el entretenimiento, entre otras. Profundamente supersticioso, todas las empresas de su imperio incluían la letra X en su nombre, símbolo de la multiplicación.Eike Batista no solo se hace rico, sino que empieza a vivir la fama por todo lo alto. Se casa con Luma de Oliveira, popular reina del carnaval y chica Playboy, con la que acude a las fiestas más importantes. Colecciona coches de lujo. Se compra un avión privado. Y rompe récords con su lancha motora.Y a pesar de todo, en realidad Eike Batista aún tenía sus mayores éxitos por delante. Es a partir de la década de los 2000, coincidiendo además con el auge económico de Brasil, cuando su imperio se dispara. Con todo el dinero acumulado, invierte en la expansión de su empresa petrolera, OGX.La compañía participa en las subastas que organiza la Agencia Nacional del Petróleo, y se hace con la gestión de la explotación del yacimiento petrolero de Tupi. Los expertos consideraban que contaba con reservas para llegar a producir 1,4 millones de barriles diarios. La economía brasileña parecía ajena a la crisis que afectaba a todo el mundo. Y parecía que iba a convertirse en uno de los mayores productores de petróleo de todo el mundo.Con esas perspectivas, el valor de las acciones de la compañía empieza a dispararse. En 2008, Eike Batista ocupa la posición 142 de la lista Forbes, con una fortuna estimada de unos 6.600 millones de dólares. Ahí, empieza a anunciar en público que su objetivo es convertirse en el hombre más rico del mundo. Su fortuna no deja de crecer, y en 2012 alcanza los 30.000 millones de dólares, convirtiéndose en la octava mayor del mundo, y la más grande de Sudamérica. Es entonces cuando, en un encuentro con Carlos Slim, por entonces el más rico del mundo, le anuncia que pronto le va a superar en la lista.En aquella época Eike Batista era una de las personas más relevantes de Brasil, por su riqueza y su poder, tan solo superado por la presidenta Dilma Rousseff. Todos los políticos y empresarios querían hacerse fotos con él. Era el ejemplo de la pujanza de la economía brasileña. Presumía en redes sociales de sus logros, y lanzaban consejos para los emprendedores que estaban empezando.Nadie podía presagiar lo que iba a ocurrir en tan solo unos meses. OGX anuncia que no va a poder cumplir con los objetivos marcados en cuanto a la producción petrolera. Aparecen las dudas sobre el grupo, la economía brasileña se ralentiza, y los inversores huyen. En un año, el valor de las acciones de la empresa se hundió un 96%.Gravemente endeudado, confirma que no va a poder pagar ni a sus tenedores de bonos ni a sus proveedores, a pesar de que vendió sus yates, sus empresas y parte de sus propiedades. Impaga un bono de 45.000 millones de dólares, el mayor de una empresa en la historia de Latinoamérica. Y, finalmente, la empresa quiebra.Por si fuera poco, en el marco de una gigantesca operación policial sobre la corrupción de los políticos en Brasil, descubren que Batista había sobornado al gobernador de Río de Janeiro para obtener contratos públicos. Le había pagado más de 16 millones de dólares. Un juez ordena la detención del empresario cuando este está en Nueva York. Cuando todo el mundo especulaba con una huida, reserva un vuelo a Brasil y se entrega.Es la segunda vez en la historia que un millonario que ocupa uno de los diez primeros puestos de la lista Forbes es detenido. El primero fue el narcotraficante Pablo Escolar.A pesar de su fama, le retienen en una celda común, con otros delincuentes. Al no haber completado su formación universitaria, no tenía derecho a una celda especial.Acusado de corrupción, blanqueo de capitales y manipulación del mercado bursátil con información falsa, combina penas que suman 123 años de cárcel. Y de su fortuna solo quedan restos.
El albañil que casi arruina al mayor banco del mundo
Empezó con pequeños hurtos para paliar el hambre en los años 40. Después, siguió con el contrabando en la frontera con Francia. Fue más tarde cuando, ya exiliado, llegaron los atracos a mano armada a bancos y los secuestros. Y de ahí pasó a delitos ajenos a la violencia y mucho más eficaces: falsificaciones de nóminas, monedas y todo tipo de cheques.Este fue el camino que siguió el albañil navarro Lucio Urtubia, antes de dar su gran golpe: la estafa al banco más grande del mundo. Entre finales de los años 70 y principios de los 80, llegó a robar al First National City Bank, hoy Citibank, unos 20 millones de dólares. Equivalía al beneficio anual de la entidad por aquella época.¿Cómo lo hacía? Con el cobro masivo de cheques de viaje falsificados, en colaboración con el grupo de antisistemas que lideraba desde su exilio en Francia. Los travelers checks son unos talones con importes prefijados, que se pueden adquirir en la sucursal de un banco, y después ser cobrados en otra de cualquier parte del mundo en la que esté presente la entidad, o en la que cuente con una oficina asociada.Es un sistema que está prácticamente en desuso, porque la aparición de otros métodos de pago ha anulado sus ventajas. La principal, la seguridad que suponía que estos cheques solo pudieran ser cobrados una vez y solo por sus dueños, pero también que se pudiera convertir en la divisa del destino donde se intercambiaban.La presencia del First National City Bank en numerosos países hacía que sus cheques de viaje fueran de los más codiciados mundialmente en los 70. El problema para el banco es que la seguridad que estos talones ofrecían a los clientes era, a la vez, un agujero negro para la propia entidad si eran falsificados.Lucio Urtubia compró cheques de viajes legales con documentación falsa, y después los imitó. La metodología de la estafa consistía en repartir esas falsificaciones por todo el mundo, para que fuesen cobradas a la vez, antes de que dichos talones figurasen como invalidados en los registros del banco. Si hubiesen sido robados en vez de comprados e imitados, hubiera sido imposible cobrarlos.Repitió esta operación hasta que fue encarcelado: el navarro acabó con sus huesos en la tétrica prisión de La Santé, en París, allá por 1980. El problema es que, a pesar de estar detenido, a Citibank seguían robándole dinero. La estafa estaba tan bien ejecutada y las imitaciones eran tan sofisticadas, que la sangría de dinero continuaba.La credibilidad del banco estaba tan afectada que Citibank acabó llegando a un acuerdo extrajudicial con Lucio: retiró los cargos contra él a cambio de que pusiera fin a la estafa.Como explica el dibujante Belatz, que contó esta historia en el cómic 'El Tesoro de Lucio', "no existen prácticamente referencias en prensa, ni se conocen las cantidades exactas que fueron robadas porque ninguna de las partes estaba interesada en publicitar lo que pasó".¿Qué llevó a Lucio a cometer estas estafas? Villano para unos y 'Robin Hood' para otros, sus robos estaban motivados por la pobreza, el antifranquismo y su concepción antisistema de la justicia social. De hecho, el prefiere llamar a sus actividades como "expropiaciones", porque, según defendía, sus botines eran repartidos entre las causas con las que simpatizaban él y sus compañeros en todo el mundo.Lucio Urtubia, fallecido en 2020, y que siempre se presentó como albañil, puso contra las cuerdas al mayor banco del mundo.
Cuando Nueva York fue el mayor activo tóxico
La tarde del 17 de octubre de 1975, la ciudad de Nueva York, la capital del mundo, estuvo a punto de transformarse en un inmenso agujero negro, capaz de engullir a toda la economía de EEUU y al sistema financiero mundial. New York City rozó la quiebra y casi desata una crisis sistémica, a nivel mundial.Había pánico real en los mercados. El Dow Jones se había desplomado un 10% en el arranque de la sesión del día anterior. El oro estaba disparado, como refugio para los inversores. Y la renta fija, prácticamente, llevaba días colapsada. No había manera de que el mercado de bonos funcionara con normalidad, sobre todo, la deuda de otras ciudades americanas.La supervivencia de alrededor de una centena de bancos dependía de la viabilidad de la ciudad, pero en cualquier rincón del mundo, una entidad financiera podía poseer bonos tóxicos de la ciudad. Los bonos neoyorquinos habían pasado de manos en manos, como un activo seguro, cuando eran auténtica basura. El hundimiento de Nueva York se había convertido en el Lehman Brothers de los setenta. Como en la crisis financiera de 2008, todo el mundo tenía activos inmobiliarios tóxicos en cartera y los únicos que lo sabían eran los bancos que habían esparcido… el problema.La historia se repite siempre y la economía siempre tiene un ejemplo de ello. Nueva York se había convertido en un Too Big to Fail, para todas las partes implicadas; desde la Casa Blanca a los propios maestros de la ciudad, pero del que nadie quería responsabilizarse de una montaña de deuda de 11.000 millones de dólares.La bomba de relojería de la deuda le estalló en las manos al alcalde Abraham Beame, en su segundo año de mandato. Al político demócrata no debió cogerle por sorpresa la situación. Había sido jefe de presupuestos del Ayuntamiento durante más de diez años, siendo testigo directo del declive de la ciudad. Delante de sus ojos, había visto como se enjuagaban los presupuestos anuales, y había permitido que los fondos de pensiones de trabajadores de la ciudad taparan los agujeros para que autobuses y metro pagaran nóminas y siguieran prestando servicio. Para más inri, la formación y sus primeros trabajos profesionales de Beame los realizó como contable. “Abe Beame es contable, pero es difícil entender cómo consiguió el título”, solía decir su sucesor en la Alcaldía, Ed Koch.Lo peor era que el desmadre financiero de Nueva York venía de lejos y estaba a la vista de todo el mundo. Y por ello, el presidente de EEUU, Gerard Ford, se negaba intervenir y salvar a la ciudad. The New Yorker recoge la versión del secretario de prensa del presidente: “La situación de Nueva York no es un desastre natural o un acto de Dios, es un acto autoinfligido por las personas que han estado dirigiendo la ciudad”.La gestión del major estaba siendo un desastre pese a que la situación ya era crítica. Los bonos municipales estaban en caída libre. Beame anunció congelación de salario, contrataciones y despidos, en el mes de febrero. En el trimestre posterior, el Ayuntamiento realizó 13.000 contratos y los despidos se quedaron solo en 436, cuando se había prometido un ajuste de plantilla de 8.000 trabajadores. Los inversores no iban a volver a creer en Nueva York.
La estúpida idea americana para luchar contra la inflación
En 1974, el trigésimo octavo presidente de EEUU, en un solemne discurso a la nación, declaró la guerra a la inflación y la calificó como el número uno de los enemigos públicos del país. Gerald Ford, el hombre de paja de Nixon, tenía un plan y no se iba a quedar solo en palabras. Lanzó una de las mayores campañas de marketing político de la historia para doblegar los precios. Por supuesto, terminó en fracaso.La inflación en EEUU, por primera vez desde la II Guerra Mundial, superó el 12%, el paro comenzaba a golpear a las familias y la economía estaba inclinada sin remedio hacia una dura recesión. Las consecuencias del embargo petrolero de los países árabes de 1973 todavía hacían cimbrear los cimientos de la primera economía del mundo.Los problemas económicos habían dado carpetazo a la Guerra de Vietnam. La expansión del comunismo pasó a un segundo plano. Y la subida de precio era la principal preocupación de las familias estadounidenses. Gerald Ford llegó a la presidencia de EEUU en agosto de 1974, en plan paracaidista, tras la salida por la puerta de atrás de la Casa Blanca de Richard Nixon, por un asuntillo de espionaje, que ha pasado a la historia, como el caso Watergate.El nuevo presidente necesitaba un golpe de efecto, para romper con las malas noticias económicas. Todo el equipo de Ford estaba volcado en presentar un paquete de medidas anti-inflación. Dos meses después de asumir su nuevo cargo ya tenía un plan económico y, lo que es mucho mejor, un eslogan político espectacular. Su estrategia política iba a recaer sobre la campaña WIN (Whip Inflation Now), algo así como “azota la inflación ahora”, en sentido literal, y, algo así como el Yes, We can de Obama, para el spin doctor de turno del ala oeste de la Casa Blanca de 1974.Los asesores de comunicación y los publicistas de la época se pirraban por un acrónimo resultón. En el plan de Ford, había alguna medida seria, con el claro objetivo de contener el gasto de las familias y empresas para doblegar la dichosa inflación. Hablamos de subidas de impuestos para compañías y grandes fortunas. Así como recortes obligatorios en las importaciones de petróleo, decisiones dolorosas para un republicano, pero todo valía para luchar contra el monstruo de los precios. Pero el protagonismo se lo iba a llevar el espíritu WIN.
El fraile español que encontró Nevada
Francisco Tomás Hermenegildo Garcés fue un fraile que nació en Aragón en 1738. Profundamente religioso, solicitó unirse a las misiones americanas para propagar el catolicismo por el nuevo continente. Allí, y tras recorrer 2.500 kilómetros, llega en 1768 a la misión de San Javier del Bac, ubicada en un lugar cercano a lo que hoy es Tucson, Arizona. Su objetivo allí era continuar con la cristianización de las numerosas tribus indias que había en la zona, algunas de carácter amistosas, pero otras muy beligerantes, como los apaches.Con gran inquietud exploradora, y tras sufrir varios ataques en la misión, Garcés decide ir más allá de su misión, recorriendo territorios que nunca habían sido pisados por un europeo, buscando nuevas gentes a las que evangelizar. En este camino, e investigando nuevas rutas para unir Sonora con Alta California, se adentra en el desierto de Mojave, y siguiendo esta ruta hacia el Oeste, pone pies por primera vez en lo que hoy es Nevada.Aunque no se sabe con exactitud la ruta que siguió, lo que descubre es un territorio agreste, con un calor insoportable, en la que con el apoyo de las autoridades españolas decide crear dos misiones: La Concepción y San Pedro y San Pablo de Bicuñer. La hostilidad india provoca que estos dos pueblos no salgan adelante, pero sirve para establecer una ruta clave para que misioneros, soldados y colonos lleguen a California. Allí, las misiones y presidios se multiplican a un ritmo y con una estabilidad que no habían conocido antes.El propio Garcés es el encargado de ponerle nombre al territorio, al que llama Nevada al estar limitado al oeste por la Sierra Nevada californiana.Pese a todo, la región pronto deja de estar en manos españolas. El recién independizado México toma su control en 1823, pero mostraron poco interés por su colonización, debido a su clima desértico que no facilitaba la agricultura. Nevada continuó durante décadas estando habitada solo por nativos locales.Estados Unidos derrota a México en 1848, y como consecuencia, se hace con el control de toda la región de Nevada. Ellos sí empezaron a colonizar poco a poco la región. Se crearon varios asentamientos urbanos, cuya principal misión era abastecer a las personas que iban al oeste americano en busca de oportunidades.Nevada empieza a crecer en 1859, cuando se encuentran importantes yacimientos de plata, y algunos menores de oro, en la región de Virginia City, el primer asentamiento importante. Miles de personas llegaron a la región, tanto desde el este de Estados Unidos como de la propia California. La población pasó de unos pocos de centenares en 1850 a casi 7.000 una década después.En 1864, en plena Guerra de Secesión, Nevada se convierte en el Estado número 36 de Estados Unidos. Este reconocimiento fue un poco irregular, porque no cumplía con todas las condiciones que establecía la Constitución para ser elevado a Estado, pero Lincoln y el Congreso hicieron la vista gorda en su búsqueda de nuevos apoyos.La aparición de nuevos yacimientos minerales es lo que impulsa la economía de la región durante la segunda mitad del siglo XIX y los inicios del XX. Pero es en esa época, en concreto en 1905, cuando se produce un momento clave para la región. Entonces no lo sabían, pero estaban modificando la economía de la ciudad para siempre.El senador Clark era dueño de un ferrocarril que iba de Salt Lake City a Los Ángeles. Ante las necesidades de agua que requerían las locomotoras a vapor de la época, unidas a las reparaciones que necesitaban los trenes, llevan al empresario a establecer una parada en Las Vegas. Se trataba de un oasis en medio del desierto, que había logrado cierta relevancia como pausa entre las personas que se dirigían al oeste.Con la llegada del tren, el número de habitantes en la ciudad se multiplica, y se establece un pueblo ya, que dependía al 100% del ferrocarril. Esto provocaba que fuera un pueblo que se mantenía activo 24 horas al día, porque tenían que estar disponibles para el tren y para los viajeros. Su ubicación en medio del desierto, y la lejanía con otros grandes núcleos de población, hacía que en Las Vegas vivieran un poco a su antojo. A pesar de que el juego y el licor estaban prohibidos a nivel estatal, allí seguían estando disponibles. Había pequeños casinos, y nadie hacía nada por cerrarlos, porque a nadie le importaban. Y a los visitantes les encantaban.Con estos ingredientes, la ciudad seguía creciendo, pero más allá de los divertimentos alegales, la vida en Las Vegas no era fácil. Había pocas infraestructuras, ni siquiera había calles asfaltadas, y el calor en verano era criminal. El impulso llega a finales de la década de los 20, cuando el crac del 29 lastra la economía de todo el país, pero Nevada mantiene cierta tranquilidad, porque se está llevando a cabo uno de los mayores proyectos de ingeniería de la historia: la construcción de la presa Hoover, para embalsar el río Colorado.Con el país en crisis, llegan a Las Vegas miles de personas de todo el mundo, en busca de empleo y oportunidades. Era una obra tan impresionante que incluso llegaban los primeros turistas, que querían verla de cerca. Y aprovechaban para pasar la noche en Las Vegas, donde ya se veían las primeras luces de neón.En 1931, con la obra ya en marcha, se aprueban dos leyes que acabaron siendo fundamentales para Las Vegas y para todo el Estado: la del divorcio y la que legalizaba el juego. Fue el impulso definitivo para el turismo, que llegaba en masa a disfrutar de todo tipo de vicios.¿Quién más llega a la ciudad con los turistas? Los mafiosos. Nos guste o no, el crimen organizado jugó un papel fundamental para la rapidísima expansión de la ciudad. Su dinero, su sucio dinero, es el que impulsa la construcción de grandes y llamativos casinos. Como el Flamingo, el primero de todos, impulsado por el gánster Bugsy Siegel.El siguiente gran paso llega tras la segunda Guerra Mundial, cuando los hoteles se revisten de lujo. Y la ciudad se convierte en sinónimo de entretenimiento. Y con la caída de Fulgencio Batista en Cuba se produce otro gran impulso, ya que los empresarios estadounidenses ligados al presidente redirigen todas sus inversiones a Las Vegas.La música se establece como otro pilar fundamental para consolidar el turismo como principal modelo de negocio. Los casinos contratan a grandes estrellas de la época para que den conciertos exclusivos en sus negocios. Por allí pasan Elvis Presley, Sinatra, Jerry Lewis... Una tradición que llega hasta nuestros días.A pesar de que la economía se ha diversificado, y que la construcción y la industria manufacturera cada vez tienen más peso, el turismo se ha consolidado como la principal fuente de ingresos de la región.Esa dependencia del turismo ha lastrado las cuentas de Nevada en varias ocasiones, como en la crisis de 2008, o durante la pandemia, donde los indicadores económicos del Estado estaban entre los peores del país.No es el caso actual. Tras la crisis de la Covid la economía se ha recuperado con fuerza, a lomos del juego, lo que ha permitido a Nevada registrar en 2021 su récord de ingresos, con 13.500 millones de dólares procedentes de la actividad de los casinos. Las reinas siguen siendo las máquinas tragaperras, seguidas a gran distancia de las ruletas.El optimismo baña Nevada, pues a la resistencia que ha demostrado la industria del juego aún hay que sumarle la recuperación de los negocios y los viajes internacionales, que aún tienen margen de crecimiento. La casa siempre gana.
Allen Stanford, el estafador que arruinó una isla
La única forma de estafar 7.000 millones de dólares, ser detenido y condenado, y pasar desapercibido, es que el caso coincida en el tiempo con uno aún mayor. Por suerte o por desgracia, es lo que le pasó a Allen Stanford, autor del segundo mayor fraude del siglo... pero que se vio eclipsado por Bernie Madoff, descubierto y detenido pocas semanas antes.Aunque hay ciertos paralelismos entre ambos casos, e incluso llegaron a apodar a Stanford como 'el pequeño Madoff', ya que compartieron el esquema Ponzi o estafa piramidal, pero hay importantes diferencias entre ambos, sobre todo en lo relativo a las víctimas de los engaños.Allen Stanford nació en 1950 en Mexia, un pequeño pueblo de Texas, en el que su padre llegó a ser alcalde y concejal durante décadas. Se graduó en Finanzas en la Universidad de Baylor, con notas destacadas. Fue en la propia Waco donde inició su carrera como empresario, al abrir un gimnasio, aunque fue un auténtico fracaso.Es en los 80 cuando sienta las bases de su fortuna. Gestiona junto con su padre Stanford Finance, una empresa de seguros fundada por su abuelo en 1932. Sin embargo, su actividad ya no tenía nada que ver con la original, ya que se dedicaba a la especulación inmobiliaria. Cuando a principios de la década estalla la burbuja del petróleo de Texas, la ciudad de Houston entra en crisis, y los precios de los pisos y las casas se hunden. Y los Stanford se ponen a comprar viviendas. Y cuando a los pocos años el mercado inmobiliario se recupera las venden, logrando importantísimos beneficios.En 1993 su padre se jubila, y Allen toma el control de la compañía, que ya contaba con más de 500 empleados. Para entonces ya estaba viviendo en el Caribe. Primero se instaló en Montserrat, donde fundó el Guardian International Bank, con la riqueza lograda en el mercado inmobiliario. Después se traslada a Antigua, y rebautiza el banco como Stanford International Bank, ya como filial de Stanford Finance.Los negocios funcionan. Desde su privilegiada ubicación caribeña, captaba clientes de todo el mundo. Como resultado, en pocos años se convirtió en una de las personas más ricas del mundo, como reconocía la lista Forbes, que le atribuía una fortuna de más de 2.000 millones de dólares.Además, era aficionado a la ostentación. Tenía casas impresionantes en Antigua, St. Croix o Texas, y hasta un castillo en Florida. Le gustaba rodearse de celebridades de todo pelaje. Logró importante fama como patrocinador de eventos deportivos, destacando sobre todo su apuesta por el cricket, donde se convirtió en una de las figuras más relevantes.En Antigua llegó a ser una de las personas más importantes y respetadas. Financiaba a los partidos políticos locales, con prácticas que rozaban, si no cruzaban, los límites de la corrupción, y llegaron a nombrarle caballero. Las autoridades se pegaban por salir con él en las fotos.Pero de repente, el castillo empieza a desmoronarse, precisamente con la caída de Madoff. El imperio de Stanford nunca había estado libre de sospechas, pero es cuando cae el más famoso de los estafadores del siglo cuando de repente las autoridades empiezan a vigilar más de cerca. Primero, preguntando si sus cuentas se habían visto afectadas por la caída de Madoff. Y después, empezando a estudiarlas más de cerca.En febrero de 2009, se descubre que la SEC, el FBI, la Oficina de Regulación Financiera de Florida y la Autoridad Reguladora de la Industria Financiera están investigando Stanford Financial Group. Le acusan de estar ofreciendo a sus inversores rendimientos que estaban muy por encima del mercado. Un antiguo ejecutivo de la compañía confiesa que Stanford se había inventado con gran detalle todo un historial de rentabilidades, con los que lograba impresionar a los inversores. Las autoridades calificaron las promesas de rendimiento de inverosímiles.Estos creían que su dinero estaba depositado en activos líquidos, estudiados por más de 20 analistas de solvencia, y supervisados por las autoridades de Antigua. La realidad es que todo el dinero estaba en activos ilíquidos, que más del 90% no estaba bajo ninguna supervisión, y que en realidad era el propio Allen Stanford y su director financiero, James Davis, los únicos que decidían sobre el destino del dinero.En una escena de película, los agentes federales asaltaron las oficinas de Stanford Financial en Houston el 17 de febrero de 2009, acusando a los responsables de la compañía de fraude continuo masivo. Los activos de todo el grupo fueron congelados, y Allen Stanford fue obligado a entregar su pasaporte.El mismo día en el que estalla el caso, Stanford trata de huir del país en un vuelo privado, un plan que fracasa porque trata de pagar el viaje con una tarjeta de crédito, y la empresa solo aceptaba transferencias. Dos días después, es localizado por el FBI en casa de su novia. Finalmente, en junio es detenido y su pasaporte confiscado.La SEC le acusa formalmente, a él y a sus cómplices, de operar un esquema Ponzi masivo, apropiándose indebidamente de miles de millones de dólares, y falsificando los registros de la empresa para ocultar el fraude.Stanford, que inicialmente se declara inocente, empieza un auténtico teatrillo para tratar de esquivar el juicio. Primero, pide que le ingresen en el hospital por un ataque al corazón. Después, otro preso le da una paliza en la cárcel, y acaba finalmente hospitalizado, aunque los médicos rebajan la gravedad de las lesiones.En marzo el inspector general de la SEC, David Kotz, emite un informe en el que asegura que no han podido descubrir el esquema Ponzi de Stanford Financial. Pero la investigación despierta tantas dudas, que sustituyen a Kotz. Se descubre que tenía un importante conflicto de intereses por la relación personal que tenía con uno de los abogados del caso.La defensa de Stanford insiste en que su cliente no puede ser juzgado, porque las lesiones sufridas por la paliza en la cárcel le han provocado amnesia, pero el juez federal, finalmente, considera que está capacitado para ser juzgado.Finalmente, tres años después de iniciar el proceso, fue juzgado y condenado a 110 años de prisión, acusado de una estafa de 7.000 millones de dólares, con un esquema piramidal con el que engañó a más de 30.000 clientes de todo el mundo, prometiendo falsos rendimientos. Entre otros delitos, también se le acusó de obstrucción a las autoridades y de blanqueo de dinero.A diferencia de Madoff, muy focalizado en inversores famosos y grandes organizaciones, muchas de las víctimas de Stanford eran jubilados y trabajadores de clase media, a los que se les prometieron inversiones seguras, y que perdieron todos sus ahorros con en este fraude.La caída de Stanford tuvo un efecto cadena terrible en la isla de Antigua. Su presencia se hizo notar desde su misma llegada, ya que reconstruyó, por ejemplo, los terrenos que rodean al aeropuerto, construyendo los edificios de la empresa. Logró atraer a visitantes de alto nivel, potenciales clientes de la compañía. Además, era el principal empleador de la isla, directa e indirectamente.Pagaba salarios similares a los de los países desarrollados, lo que permitía a sus empleados un alto nivel de vida, y tener a su vez contratados a otros trabajadores en casa: jardineros, mayordomos, ayudantes... Y con la caída de la empresa se vieron obligados a despedirlos.En un país con 85.000 habitantes, miles de personas perdieron su empleo de un día para otro. En plena crisis financiera global, el golpe para Antigua fue mucho mayor. Miles de ciudadanos se vieron obligados a emigrar a Estados Unidos o Canadá. Y pese a todo, el recuerdo de Stanford en la isla sigue siendo positivo.Hasta ahora, las autoridades han sido capaces de recuperar 1.000 millones, que han sido devueltos a los inversores, aunque la mayoría no va a recuperar nada. Allen Stanford está preso en la cárcel Coleman II de Florida, y su fecha de liberación está fijada para el año 2103.
La empresa más antigua del mundo
Lanzar una empresa en España no es fácil. Lo más normal es que cierre antes de cumplir cinco años, una edad que no alcanzan ni la mitad. La esperanza media de vida cuando nacen es de 11 años. Cifras todas inferiores a las registradas en el resto de la Unión Europea. Así se entiende, claro, que solo 41 compañías españolas se hayan fundado antes del siglo XX.Pasa en España, pero es un comportamiento general en casi cualquier país. Con algunas excepciones, principalmente asiáticas. Y por encima de todas las excepciones, Japón, un país de tradiciones ancestrales, que cuenta, no con una, sino con varias empresas milenarias. De hecho, 4 de las 5 compañías en activo más antiguas del mundo son niponas. Y tiene más de 20.000 compañías con más de un siglo de vida.Y por encima de todas destaca Kongo Gumi, la empresa más antigua del mundo. Corría el año 578 -por poner en perspectiva, un siglo más tarde de la caída del Imperio Romano-, cuando Shigetsu Kongō ponía en marcha esta empresa, dedicada a algo tan universal como la construcción. Pero no a cualquier tipo de construcción, sino a la construcción, y después al mantenimiento, de templos budistas.Todo comienza cuando el príncipe Shotoku Taishi, un adolescente, encarga la construcción del primer templo budista en Japón, en la actual Osaka. En un país donde la religión predominante era el sintoísmo, no había carpinteros, arquitectos o artesanos especializados en este tipo de edificaciones. Así, deben ir a Corea, donde contrata a tres expertos en la materia. Uno de ellos es el propio Shigetsu Kongō.Este equipo llegado de Corea fue el encargado de construir el famoso y espectacular templo de Shitennō-ji, el primero construido en suelo nipón. Kongo Gumi, durante sus primeras décadas de vida, se dedicó en exclusiva al mantenimiento y la preservación de este templo.Su construcción finalizó en el año 593, y ha sobrevidido hasta nuestros días. Aunque a lo largo de su historia ha sido víctima de numerosas catástrofes y accidentes, que han hecho que tuviera que ser reparado o reconstruido varias veces. Su imagen actual data del año 1963, cuando se le hizo la última gran intervención, tras ser destruido por un tifón.La rápida expansión del budismo por todo el país, la fama alcanzada por la belleza de Shitennō-ji, el apoyo imperial y el prestigio que le daba el hecho de ser los pioneros, les abrieron numerosas oportunidades de negocio. Así, en los siguientes siglos se encargan igualmente de la construcción de los templos de Hōryū-ji (607) y Koyasan (816).Kongo Gumi era una empresa familiar. Los 40 presidentes que ha tenido la compañía en sus más de 1.400 años de historia son todos descendientes de Shigetsu Kongō, o cónyuges de los mismos. Pero con una particularidad, el cargo no lo heredaba el hijo mayor, como era tradición, sino que se le entregaba al más preparado de todos.Por supuesto, una empresa de tal longevidad también ha pasado por crisis, algunas de las cuales llegaron a amenazar su supervivencia. Una de las más graves llega en 1868, con la revolución Meiji y su persecución al budismo, en el que incluso llegan a destruirse algunos templos. Kongo Gumi se queda así sin una de sus principales fuentes de ingresos.Para superar esta crisis, la compañía decide diversificar su negocio, y comienza entonces a construir otro tipo de edificios, como casas tradicionales o oficinas, adaptándose a la revolución industrial que empezaba a llegar a Japón, y que estaba impulsada por los Meiji.Las dificultades que viven en ese periodo llevan a Yoshisada Kongo, el 32º líder de la empresa, a escribir 16 reglas, 16 principios básicos, basados en su glorioso pasado, que sirvan como guía en el futuro. Estos van desde normas formales, sobre cómo vestir, cómo tratar a los clientes o cuánto beber; a metodológicas, como el control de calidad o la importancia de presentar presupuestos honestos; o de formación, especificando los pasos a seguir para convertirse en maestro artesano, o fijando la importancia de la lectura y el aprendizaje de la aritmética.Con la gran recesión sufren otro momento muy complicado. El líder Haruichi Kongo se suicida, al no poder cumplir con los objetivos marcados, en un ritual ante las tumbas de sus antepasados. Le sustituye en el cargo su viuda, Yoshei Kongo, la primera y única mujer que ha dirigido la empresa en su milenaria trayectoria, que logra remontar la situación apostando por la construcción de ataúdes de madera. Con la II Guerra Mundial, el negocio estuvo asegurado.Pero la crisis que de verdad puso contra las cuerdas a la compañía llegó a finales del siglo XX. Por un lado, por la burbuja inmobiliaria de los años 80, que le llevó a alcanzar un elevado nivel de deuda, por todo el dinero que había pedido prestado para invertir en ladrillo. Y por otro, por los cambios sociales y la mayor laicidad que han llegado a Japón, que han provocado una caída dramática de los donativos que recibían los templos budistas.La empresa sufre una situación económica muy complicada, que provoca que deba ser adquirida por Takamatsu, una constructora japonesa de mayor tamaño, en 2006. En este momento surge cierta polémica. Hay que considera que con este movimiento se pone fin a la historia de la empresa, dejando de ser la más antigua en activo, a pesar de seguir trabajando; mientras que otros consideran que aunque esté bajo el paraguas de otra marca, sigue viva.Mientras tanto, la legendaria empresa ha vuelto a especializarse en edificios religiosos, con la artesanía y la calidad como principios básicos. Sin embargo, en vez de vivir de los encargos del Gobierno, ahora apuesta por promover activamente nuevos proyectos de construcción y restauración.Los días 1 y 15 de cada mes, los empleados de Kongo Gumi siguen reuniéndose para rezar una pequeña oración en honor del príncipe Shotoku, para agradecerle cómo empezó todo.
Bic, el imperio del boli
Pocos objetos hay más universales que el bolígrafo. La pregunta no es "¿quién no tiene uno en su casa?", sino "¿quién no tiene un montón de ellos en su casa?". Da igual la evolución de la tecnología, el hecho de que cada vez escribamos más a ordenador y menos a mano, incluso desde edades cada vez más tempranas. Da igual todo, los bolís siguen siendo básicos. Y si hablamos de bolígrafos, es inevitable hablar de la marca francesa BIC. Es la empresas que más vende del mundo. Y su nacimiento está íntimamente ligado con la propia invención del bolígrafo. Con la invención, o con su patente, porque el origen del bolígrafo, que luego BIC popularizó, es polémico y confuso.Hay que remontarse a finales de siglo XIX, cuando John Loud, un curtidor de pieles norteamericano, patentó un invento que consistía en un tubo de tinta con una bola en un extremo para escribir, y dos adicionales de apoyo, para que no se atascase. Era muy rudimentario, pensado sobre todo para marcar superficies ásperas, como madera, piel, papel rugoso... Era muy difícil de fabricar, y Loud nunca llegó a comercializarlo, por lo que la patente caducó sin llegar a trascender demasiado.En las siguientes décadas, siguiendo esta misma estructura de bolas, se presentaron numerosas patentes en diversos lugares de todo el mundo, pero ninguna cuajó ni alcanzó el éxito. Pasó bastante tiempo, hasta los años 30 del pasado siglo, para que alguien lograra desarrollar la idea con éxito. Fue obra del húngaro Laszlo Jozsef Biro, aunque el proceso no fue fácil. Era un auténtico inventor en serie, con más de 30 patentes registradas en su vida. Era zurdo, y estaba cansado de escribir a pluma, porque se manchaba con la tinta mientras iba redactando. Por lo que desarrolló un instrumento de escritura con la bola en el extremo del cilintro para la tinta. La gran diferencia con el diseño de Loud es que el conducto era de muy poco diámetro, lo que facilitaba la capilaridad de la tinta. Además, junto con su hermano, químico, desarrollaron una tinta muy viscosa que evitaba los derrames y la evaporación, y que además se secaba rápidamente.La idea, pese a todo, no logró arrancar en un principio. El diseño no convenció ni a fabricantes ni a la banca, que debía financiar el desarrollo. La casualidad hizo que en un viaje de trabajo, porque Biro también era periodista, se encontrase con el expresidente de Argentina, Agustín Justo, al que sí que impresionó su invento. Tanto que les invitó a irse a su país, para montar allí una fábrica.Los hermanos en un primer momento rechazaron la idea, porque consideraban que no se les había perdido nada allí. Pero siendo judíos, y con el nazismo expandiéndose por Europa, se lo pensaron mejor y allá que se fueron para Argentina. En el viaje les acompañó su socio y financiero habitual, Johann Georg Meyne.Ya en Argentina hacen dos cosas: castellanizan sus nombres, convirtiéndose en Ladislao José Biro, Jorge Biro y Juan Jorge Meyne; y fundan la empresas Biro-Mayne-Biro. En 1943 patentan su invento, al que llaman birome, que es como sigue conociéndose al bolígrafo en muchos países sudamericanos.Poco después, vendió los derechos para Estados Unidos a las compañías Eversharp y Eberhard Faber, por 2 millones de dólares. Se convirtió en un éxito de ventas en Norteamérica. Pero el gran salto llegó en 1951. Aquel año, le vendieron los derechos de comercialización en Europa a Marcel Bich y Édouard Buffard. Estos dos empresarios franceses habían fundado en 1944 una empresa llamada Societe PPA, dedicada a los instrumentos de escritura. Bich mejora el diseño de Biro, solucionando dos problemas: el exceso de manchas que generaba y el rápido secado de la tinta. En 1953 empiezan a comercializarlo, bajo la marca BIC. Y nace la leyenda: se convirtió en la herramienta de escritura con tinta más popular.
Economía, el Nobel que no es un Nobel
La Real Academia Sueca de las Ciencias anuncia este lunes quién o quiénes son los galardonados este año con el Premio Nobel de Economía. O, mejor dicho, con el Premio de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel. Ese es su verdadero nombre, y es que este reconocimiento no tiene nada que ver con el ilustre magnate sueco. Empecemos por el principio. ¿Quién fue Alfred Nobel? Nació en 1833 en Estocolmo. Su familia era descendiente de Olof Rudbeck, el ingeniero más conocido en Suecia en el siglo XVII, época en la que el país era una de las mayores potencias al norte de Europa. Su padre, Immanuel Nobel, era también ingeniero e inventor. Pero su negocio tuvo pérdidas el año en que Alfred nació, por lo que emigró a Finlandia y Rusia dejando a su mujer y a sus hijos en Suecia. El tiempo pasó y el negocio de Inmanuel en San Petesburgo fue bien, por lo que el resto de la familia se mudó con él en 1842. Fue en Rusia donde los cuatro hermanos Nobel recibieron una educación de primera clase, con tutores privados. Es por ello que a los 17 años Alfred ya sabía hablar y escribir en sueco, ruso, francés, inglés y alemán, según relata la Fundación Nobel en su web. Más tarde, Alfred estudió en París para convertirse en ingeniero químico. Allí trabajó en un laboratorio en el que conoció al también químico Ascanio Sobrero. Fue con él con quien descubrió la nitroglicerina, un líquido altamente explosivo, que se consideró demasiado peligroso para ser de utilidad práctica. Sin embargo, el sueco no cesó en su empeño de desarrollarlo como un explosivo comercial, aunque no fue fácil: en uno de sus experimentos murieron varias personas y otras tantas resultaron heridas. Emil, el hermano pequeño de Alfred, fue uno de los afectados. Aún así, el científico continuó con su investigación, y en 1866 hizo el descubrimiento por el que pasó a la Historia y que él mismo llamó dinamita. En concreto, Alfred Nobel descubrió que mezclando la nitroglicerina con diatomita podía formar varillas que podían insertarse en agujeros de perforación. Patentó este invento, y no fue el único: cuando murió en 1896 tenía 355 patentes a su nombre. Los inventos de Nobel ayudaron a reducir los costes en la construcción. Por ello la demanda de estos fue elevada, lo que le permitió tener fábricas en más de 20 países, a las que viajaba a menudo. De hecho, se le llegó a describir en las crónicas de la época como "el vagabundo más rico de Europa". Alfred cosechó así una fortuna considerable. Lo que no tuvo fue hijos. Y en su testamento mostró una última voluntad clara: que gran parte de su patrimonio se destinara a conceder premios a quienes hubieran hecho lo mejor por la humanidad en el campo de la física, la química, la fisiología o la medicina, la literatura y la paz. Dicho de otra manera: el legado de Alfred Nobel no decía nada de premiar investigaciones o avances en materia económica. Esto explica que los premios Nobel 'originales' se entregaron por primera vez en 1901 y el de Ciencias Económicas casi siete décadas después. Pero ¿por qué se creó este último si el químico no lo puso en su testamento? Pues bien, la idea fue del Riksbank, el banco central de Suecia, que para celebrar su tricentenario en 1968 hizo una donación a la Fundación Nobel para crear el icónico galardón. El Premio de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel nació, oficialmente, en diciembre del 68, cuando la corona sueca aprobó los estatutos que recogen sus características y requisitos. Entre otras cosas, estipulan que la Real Academia Sueca de las Ciencias es la encargada de decidir los ganadores, máximo tres por año, basándose en las mismas normas que rigen la concesión de los Premios Nobel 'verdaderos'. El documento también establece que esta gratificación anual es de 10 millones de coronas suecas, lo que actualmente equivale a más de 920.000 euros. Pero en este caso es el Riksbank el que los paga, no la Fundación Nobel. Por tanto, el Premio Nobel de Economía no es técnicamente un Nobel. Y es precisamente por ello que está rodeado de polémicas. Son habituales las críticas por que el reconocimiento se confunda con los premios que sí quería Alfred Nobel. De hecho, se ha acusado al banco central sueco de buscar intencionadamente esta confusión, como forma de presionar al Partido Demócrata del país para que este aprobara unos estatutos que le dieran más autonomía frente al Ejecutivo. En este sentido Peter Nobel, descendiente de Ludvig (el hermano mayor del inventor de la dinamita), ha asegurado que el Premio de Ciencias Económicas se trata de “un inaceptable robo a los verdaderos Premios Nobel” por parte del Riksbank. Igualmente se ha cuestionado al organismo monetario por que el ‘falso’ Nobel suele concederse a economistas pertenecientes a escuelas neoliberales, es decir, por tener un cierto sesgo ideológico. E incluso ha sucedido que un ganador del Nobel de Economía ha criticado el premio en su discurso al recogerlo. Lo hizo Friedrich von Hayek, galardonado en 1974. "El Premio Nobel confiere a un individuo una autoridad que en economía ningún hombre debería poseer", aseguró.Pese a todo, el Premio de Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel vuelve a entregarse este año y, si nada cambia, se seguirá otorgando en los venideros, a pesar de ser realmente un Nobel sin 'pedigrí'.
Historia de Porsche, de un niño apasionado por la electricidad a cotizar en bolsa
Porsche ha protagonizado la mayor salida a bolsa en Europa de la última década, y la mayor en Alemania desde Deutsche Telekom en 1996. Un debut que permite calibrar el apetito de los inversores en un momento de grandes turbulencias macroeconómicas, con la inflación disparada, las tensiones geopolíticas globales, el miedo a una recesión... a lo que se suman los decepcionantes estrenos de nuevas cotizadas en los últimos tiempos, que han trastocado los planes de muchas empresas.Las circunstancias no han frenado a la compañía alemana, que ha saltado al parquet con una valoración que ronda los 75.000 millones de euros. Un paso que supone el último capítulo de la convulsa relación entre Porsche y Volkswagen, grupos que comparten historia, familia fundadora y capital. Hablamos de más que de una simple salida a bolsa. Es un movimiento que esconde una lucha por el poder entre los clanes de la familia Porsche para controlar el destino del mayor fabricante de coches de Europa y de la emblemática marca. Oficialmente, esos 9.400 millones recaudados son para invertir en la producción de coches eléctricos, pero la operación está diseñada de tal manera que permitirá a la familia Porsche tomar el control del fabricante de deportivos.